miércoles, 14 de enero de 2015

Analgésicos: Uso sí, pero no abuso. Es por tu salud.

Le tememos al dolor y por ello, los analgésicos son tan importantes en casa como el agua.
Se usan como si de un caramelo  se tratara, pero lo cierto es que no son inocuos: nuestros riñones  e hígado pueden pagar las consecuencias de un mal manejo.
Se llama analgésicos a los medicamentos que se utilizan para disminuir o eliminar un dolor, desde una raspadura hasta dolores severos provocados por enfermedades como el cáncer. No son peligrosos para la mayoría de las personas si se toman en las dosis recomendadas por el médico, pero consumirlos regularmente por largos períodos de tiempo, sobrepasar las dosis o utilizarlos mal puede causar problemas graves en el hígado y los riñones. También pueden precipitar una enfermedad cardiaca preexistente o interferir con el tratamiento al disminuir la efectividad de ciertos medicamentos, por ejemplo los antihipertensivos.
Se clasifican según las familias químicas a las que pertenecen y funcionan por diferentes mecanismos. Los hay de muchos tipos y mientras más fuertes, más delicado es su uso.
Según el Instituto Nacional de Salud y la Agencia de Administración de Drogas y Alimentos de E. E. U. U., más de 50% de los casos de fallo hepático en ese país se deben a daños o a reacciones idiosincráticas, es decir, sin explicación, producidas por medicamentos aprobados  y 37% se relacionan con el acetaminofén.

Analgésicos/, antipiréticos

Son los analgésicos comerciales más comunes y por mucho tiempo fueron considerados los más seguros del mercado. Dentro de este grupo el más famoso es el paracetamol o acetamonifén (Dolex, Dolofán, Tempora, Panadol, Tylenol, entre otros) y su mecanismo de acción no está bien definido aunque se sabe que actúa inhibiendo débilmente la producción de prostaglandinas, sustancias mediadoras del dolor. Tiene efecto analgésico, antipirético, pero no antiinflamatorio y por ello no hace parte de los AINE. A diferencia de estos, posee menos efectos sobre el sistema digestivo. Se consigue fácilmente en el mercado, a bajo precio, tiene pocas interacciones con otros medicamentos y es bastante efectivo.
Sin embargo, llegar a una sobredosificación es fácil porque la dosis máxima en adultos (4 g o menos al día, según las investigaciones recientes) está en la frontera con la cantidad que comienza a ser tóxica y que puede generar una hepatotoxicidad. Su peligro también aumenta por un uso continuo en largos períodos de tiempo y cuando se consume con bebidas alcohólicas.
Otro analgésico frecuentemente em­­pleado es el metamisol o dipirona (Novalgina, Fisalgil, Conmel) cuyo uso está asociado a trastornos hematológicos (disminuye la producción de glóbulos blancos) que pueden llegar a ser severos.

Antiinflamatorios no esteroides

Se les denomina comúnmente por su sigla, AINE, y se refiere a la mayoría de los analgésicos que compramos en el mercado y que se consiguen sin fórmula médica. En esta categoría se encuentran el ácido acetilsalicílico (Aspirina), diclofenaco, ibuprofeno, meloxicam y naproxeno, entre otros.
Actúan inhibiendo la producción de prostaglandinas, sustancias mediadoras del dolor. Fuera de ser analgésicas, suelen ser antiinflamatorias y antipiréticas (disminuyen la fiebre).
Pueden afectar el sistema digestivo, cardiovascular y renal. No crean dependencia física (adicción), pero sí puede haber dependencia psicológica que requiere ayuda de un terapeuta. Al igual que con los analgésicos/antipiréticos, se suele abusar de ellos por la facilidad con la que se consiguen en el mercado. Tomarlos diariamente puede llevar en el mediano o largo plazo a una nefropatía analgésica (enfermedad del riñón) o a una hepatotoxicidad. También, al inhibir la producción de prostaglandinas, pueden producir retención de líquidos y disminuir los efectos de los medicamentos antihipertensivos. Por ello, no se recomiendan para personas con problemas cardiovasculares, insuficiencia cardiaca o hipertensión.
El ácido acetilsalicílico útil para el corazón, no es el mismo que se usa contra el dolor, este tiene una dosis  superior a la que se utiliza como antiagregante.

Opiáceos

Pueden ser naturales o sintetizados y actúan sobre los receptores opioides de las neuronas del sistema nervioso reforzando o imitando el efecto de los opioides endógenos (por ejemplo las endorfinas). Son los analgésicos más potentes conocidos, pero generan estreñimiento, somnolencia, cambios de humor y pueden crear dependencia, por lo que se consiguen únicamente con fórmula médica.
La intoxicación por opiáceos puede ser multiorgánica y letal, generalmente ocurre por errores en la administración del medicamento, falta de comprensión del usuario de los riesgos que conllevan y abuso farmacológico. Por su difícil manipulación y los riesgos derivados de su uso, los opiáceos analgésicos deben ser utilizados siempre bajo supervisión médica.

Términos


Hepatotoxicidad: también se le llama enfermedad hepática tóxica inducida por medicamentos y se refiere a daños anatómicos o funcionales del hígado. Puede ser causada por compuestos químicos (medicamentos) u orgánicos (suplementos nutricionales, entre otros). Puede ocurrir por sobredosificación, en forma idiosincrática o por ingesta regular y por largos períodos de tiempo (más 
de dos meses) de  un medicamento.


Fallo renal: en el caso de los analgésicos, se produce por toxicidad directa, sobredosis o por una reacción idiosincrática, es decir, una especie de “reacción alérgica” al medicamento que hace que los riñones dejen de funcionar o lo hagan inadecuadamente. Si se maneja rápida y adecuadamente, los daños del riñón pueden ser reversibles.
Nefropatía analgésica: se desarrolla por tomar analgésicos diarios por muchos años. Es una enfermedad crónica de los riñones que gradualmente lleva a una falla renal que puede ser irreversible. Según el National Institute of Diabetes and Digestive and Kidney Diseases (NIDDK) norteamericano, cuatro de cada 100.000 personas desarrollan nefropatía analgésica, siendo más común en mujeres mayores de treinta años.

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