lunes, 23 de febrero de 2015

la somatización, origen de muchos males

El trastorno por somatización ocupa un importante porcentaje de las consultas a los médicos generales. Quienes lo sufren no están en ningún momento hablando de males ficticios o inventando dolores. Las molestias son reales, pero el origen no está donde lo creen.


En algún momento todos seguramente hemos somatizado. El estrés, los momentos de angustia, de mucho trabajo o de presión, suelen traer consigo malestares físicos, como el más común: dolor de cabeza.
La verdad, entonces, es que el síntoma sí existe, pero la causa del mismo no está precisamente en el área del cuerpo donde la persona ha centrado su atención. Ese dolor de cabeza es real, también los espasmos musculares o el dolor de estómago del cual se culpa al famoso colon irritable, pero la causa no se encuentra respectivamente en dichos órganos. Son los problemas externos que puede estar atravesando la persona los que hacen que estos síntomas se desaten.

Y así como se trata de algo muy común, son muchos a quienes estos males empiezan a desbordarlos: cuando la persona ya no puede trabajar, estudiar o comienza a dejar de lado sus labores justificándose en el mal que siente, es porque las cosas no van por buen camino. 

Como explica el psiquiatra y profesor de la Universidad de Antioquia Jorge Julián Calle, es muy común que por ejemplo este fenómeno ocurra en los niños en etapa escolar, cuando por algún motivo, sea bullying, miedo a un profesor o malos resultados académicos, empieza a somatizar sintiéndose enfermo y encontrando en esto la excusa para dejar de ir a ese lugar que “lo atormenta”. 
Con los adultos también puede pasar lo mismo. Es el caso de aquellas personas que se incapacitan en forma constante y que comienzan a generar una dependencia a la consulta médica. En este punto son precisamente los médicos quienes deben darse cuenta de lo que en realidad está pasándole al paciente. Si bien es normal que en un primer momento se ataque simplemente la aparente causa física de un dolor, cuando el médico detecta que el tratamiento no surte efecto, que las consultas son bastante repetitivas y que el mismo enfermo parece sabérselas todas, quizá sea el momento de sospechar de que el mal que le causa el dolor va más allá de ese órgano del cuerpo en el que están concentrando la atención.

Aunque cualquier persona puede ser un potencial somatizador –niños, adultos, ancianos–, hay algunos rasgos de personalidad en los que es más fácil que este patrón se repita. Se trata de personas controladoras, perfeccionistas, obsesivas con el trabajo.

Este trastorno ocupa un importante porcentaje de las consultas a los médicos generales y como es de entenderse que ni el médico conoce bien al paciente, ni este llega a contarle al profesional de la salud su vida personal, suele comenzarse un tratamiento farmacológico para atacar el síntoma y no el origen. El problema se torna más grave cuando la persona, tras no encontrar la cura, sigue explorando otras posibles causas y comienza a ser remitida a distintos especialistas, sometiéndose a tratamientos incluso por períodos prolongados de tiempo que no responden al verdadero problema.

Lo ideal, cuando se detecta un posible somatizador, es que consulte con un especialista en salud mental, para que explore esos factores de la vida diaria del paciente que seguramente están influyendo en los malestares que el cuerpo manifiesta. 

En la mayoría de las situaciones la psicoterapia brinda un excelente pronóstico. En este caso la familia tiene un papel muy importante al entender mejor lo que le sucede a la persona y ayudarle a identificar sus preocupaciones. Con estas terapias el paciente sabrá reconocer dichas preocupaciones y ver cuáles son modificables para actuar sobre ellas y cuáles no para simplemente aprender a aceptarlas.


Destacado

La somatización es un problema que le sale caro al sistema de salud, pero también a los pacientes.

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